¿Existe la posibilidad dar la vuelta a esto? ¿Hay alguna alternativa al sistema parasitario que nos gobierna globalmente? ¿Es posible llegar a un cambio profundo sin recurrir a la violencia? ¿Hay tiempo para virar antes de caer en la trampa petrolera, en el abismo ecológico, en la guerra sin cuartel? La respuesta afirmativa, sin duda, también está en el viento…

Si tuviéramos que dar un paso más allá para llevar a la práctica la esperanza de un mundo mejor, nos encontraríamos rápidamente con la manipulación y servilismo de los grandes medios. Es otra de las muchas conclusiones a las que uno llega viendo el imprescindible documental «Demain» del que saco la mayoría de las conclusiones de esta primera parte del artículo.

La propia historia de este reportaje demuestra el poder de cada individuo: en su estreno, acudieron nueve espectadores y, tan sólo en unos meses, la vieron en los cines un millón de personas sólo en Francia. Nueve personas extendieron este maravilloso mensaje a millones, difundieron esta poderosa llama para poder cambiar el mundo y hacerlo más humano.

Por el lado contrario, según lo veía por segunda vez, me hacía la misma pregunta: ¿Cómo es posible que se esté ocultando un fenómeno tan esperanzador que se multiplica por el mundo, en parte también en España, y con especial intensidad en países tan cercanos como Francia (más incluso teniendo en cuenta que este documental se estrenó en 2015)?

Pero la respuesta es sencilla; la mayoría de los medios están vinculados a multinacionales. Y no interesa que se sepa lo falaces que son algunos de los principios que se suelen promover: por ejemplo, es totalmente falso que traer a cualquier población las empresas más globalizadas genere más riqueza y empleo (que se lo pregunten, si no, a los trabajadores de Coca-Cola). La práctica llevada a cabo ya en muchas zonas del mundo demuestra que cada moneda que se gasta o se invierte en un establecimiento de carácter local, multiplica de dos a cuatro veces la posibilidad de crear empleo seguro y riqueza estable en un radio de población cercano.

De la misma forma, consumir sólo en multinacionales contribuye a un sistema vertical y destructivo que concentra riqueza, especulación y poder en muy pocas manos. Tal y como dicen en el documental, no es para nada exagerado afirmar que consumir de forma responsable, incluido comprar con conciencia local, nos encamina a una democracia mucho más avanzada. El razonamiento viene a ser el mismo; la democracia está cada vez más dirigida por multinacionales, por lo tanto, cuanto más local sea el consumo, más democrática será nuestra sociedad y mayor será el poder local de las personas.

Esto no es ciencia ficción. Al contrario, es la permacultura (sistema de principios cuyo diseño agrícola y social, político y económico tiene sus cimientos en los patrones y las características del ecosistema natural). Son las realidades que refleja “Demain” y cuya realidad ya está implantada en infinidad de pequeñas poblaciones y otros lugares tan relevantes como Bristol, Toulouse, Basilea, Reikiavik…

Moneda propia y exclusiva
En estas ciudades se ha seguido el mismo razonamiento: si la naturaleza nunca produce monocultivos, de la misma manera, la economía sostenible es aquella que se basa en la diversidad y en la reutilización a nivel local. Por eso, en estas y muchas otras poblaciones, se ha creado una moneda propia (que no es utilizable fuera de esa zona) y que convive con la oficial.

De esta forma, estos lugares han conseguido construir un ecosistema económico estable y de empleo permanente. Por supuesto, son mucho más independientes de las fluctuaciones y grandes especulaciones financieras que sacuden la economía global porque no dependen de los caprichos de los grandes mercados. Eso sí, es muy importante tener claro, como bien propone el director de comunicación del franco WIR suizo en el documental, que se trata de una convivencia entre ambas; no se trata de reemplazar a la moneda oficial, puesto que, de ser así, caería en los mismos vicios que la moneda oficial.

Energía horizontal, auténtico respiradero en el oligopolio
El sistema ya instaurado en muchas poblaciones del mundo que se alimenta energéticamente a través de viento y sol (y no sólo del petróleo) implica convenios desde abajo, supone acuerdos democráticos para compartir la energía solar y eólica construida por la propia comunidad. No es una organización vertical como en las grandes petroleras en las que el poder viene directamente desde arriba (que es donde también se concentran los grandes beneficios).

El problema es que, tal y como dice uno de los expertos del documental, de las seis corporaciones más grandes y ricas del mundo, cinco son compañías petroleras. De ahí que algunos países como el nuestro nos lo pongan tan difícil; no quieren hacer peligrar esa simbiosis entre gobierno y las multinacionales donde el dinero y el poder se concentran en muy pocas manos.

Sin embargo, los sistemas sostenibles son mucho más efectivos que las centrales nucleares como ya se ha demostrado en ciudades como Reikiavick cuyo país (Islandia) no es precisamente conocido por su actividad solar. Algunas comunidades ya funcionan plenamente con energías 100% renovables y otras ciudades europeas como Copenhague han reducido su dependencia del petróleo en un 40% desde 1995.

Precisamente, nuestra dependencia del barril también influye enormemente en todo el proceso que envuelve la alimentación. Pero ya existe una salida…

Olivier de Schütters

Permacultura y agroecología frente a las petroleras
Es algo reconocido por gobernantes y científicos que si seguimos este ritmo, si continuamos forzando la máquina de producción y crecimiento, el sistema va acabar agotándose y la Tierra no lo va a soportar. Ya hay bastantes signos de ello. Y no es porque este planeta no sea capaz de alimentar a la humanidad, es porque la agricultura industrial sólo crea una pequeña parte de la alimentación; mientras esquilman el terreno, la enorme mayoría de su producción industrial va a parar a agrocarburantes y alimentación de ganado.

En contraste, resulta de una belleza inigualable contemplar la riqueza de los pequeños cultivos urbanos y de las periferias que son producto de la permacultura. Lo más curioso de todo es que este sistema productivo que imita y promueve la naturaleza también resulta mucho más productivo, prolífico y, por supuesto, más saludable. En cambio, la agricultura industrial, produciendo menos alimento humano, destruye bosques para convertirlos en monocultivos, agota la tierra y enferma a las plantas que son invadidas por insectos y hongos. Como respuesta a eso, rocían las plantaciones con pesticidas que hacen enfermar a los animales y a nosotros mismos (de ahí, por ejemplo, las crecientes alergias e intolerancias sobre todo en niños).

Así que si respetas biodiversidad, si respetas los ciclos de la tierra, resulta que la naturaleza te devuelve el doble de beneficio. En “Demain” citan, entre otros muchos, el estudio de Olivier de Schütters para Naciones Unidas que abarca 68 países que demuestra que con la agroecología la producción se duplica y con la permacultrua se multiplica hasta por tres y por cuatro.

Este tipo de producción natural, siendo todavía minoritario, resulta imparable. Pese a ello, los gobiernos, obviamente, están lejos de incentivarlo. Más que nada porque las petroleras surten lo necesario para mover tractores, fabricar fertilizantes, pesticidas y, sobre todo, trasladar la comida de un lugar a otro… Porque no hay que olvidar que los alimentos viajan, como media, 2.400 kilómetros por tierra, mar y aire. Otra razón más que convincente para consumir productos locales y de temporada.

Por lo tanto las mircrogranjas que son tan fáciles de ubicar e instalar en la ciudad o en los alrededores suponen la salvación y la gran esperanza del futuro alimentario (en el documental cuentan el caso de la granja de Bec Hellouin (Francia) que en terrenos más pequeños produce lo mismo que un tractor en una superficie diez veces más grande). En cuanto a producción las granjas industriales son ineficientes para producir comida. Son muy eficientes, en cambio, para producir su propio dinero.

El prestigioso economista Bernard Lietaer dice en el documental que todos los sistemas monetarios funcionan igual; a través del monopolio del dinero con intereses: “El dinero se acumula en la cima. Lo mismo ocurre en sistema soviético o chino: crean una moneda única mediante deudas bancarias con intereses. Todas las divisas mundiales son iguales. Pueden ser pinos de muchas clases pero son todos pinos. El problema es que si cae un cigarro todo prende. Es más eficaz tener una moneda única pero mucho más frágil. No tiene resistencia ninguna”.

Posteriormente establecen un curioso el paralelismo entre la monocultura agrícola, cuyo resultado son más enfermedades, más incendios, menos agua y menos animales, y la monocultura monetaria que por ha producido 145 crisis bancarias y 208 crisis monetarias (tan sólo desde 1970).

Ciudad de Copenhague

Beneficios colaterales de no estar enlatado
Hay otros muchos beneficios de no depender, en la medida de lo posible, del petróleo. Algunas bastante curiosas, si uno se pone a pensar en lo que expone “Demain”: ¿Qué tipo de relación se establece en una sociedad cuyos miembros van enlatados y con su culo constantemente pegado a una silla? ¿Cuántas personas empeoran cuando se meten en un coche? ¿Qué tipo de relaciones se establecen, en cambio, cuando uno va en bici? Es curioso que más de una vez yendo en bicicleta por la ciudad (no digamos ya en comunidades más pequeñas) es muy natural establecer un contacto amistoso con las bicis de alrededor. Lo natural llama a lo natural  de la misma forma que encerrarnos en una máquina de forma rutinaria nos desnaturaliza. Lo mismo ocurre con el resto del proceso de producción y convivencia, con el consumo local y el cuidado del entorno.

De hecho, hay otra cuestión ética que aborda “Demain” y que a mí me parece igualmente importante a nivel práctico… Aun considerando que la mayoría de la gente es bondadosa, cuando el poder se concentra en pocas personas, éstas siempre tienden a corromperse, a perpetuar su poder. Así que cuanto menos esté concentrado el poder, mejor. Cuanto más se repartan las decisiones y más se haga participar al ciudadano anónimo en tareas de gobierno, mejor.

Así que viendo este documental se vuelve a confirmar que nuestras pequeñas acciones pueden devolver de forma pacífica el poder de decisión a la gente. No nos tenemos que dedicar sólo a contemplar a ver cómo todos gobiernan igual bajo la tutela de las multinacionales, no nos tenemos que limitar a elegir el disfraz bajo el que se presentan cada cuatro años. Ya existen alternativas realmente democráticas.

En unos días abordaré lo que para mí sería el siguiente paso, la continuación hacia un nuevo sistema. Pero eso será ya en la segunda parte del artículo. Mientras, no dejéis de ver “Demain”, os dará un gran subidón de energía natural y, sabiendo todo lo que se puede hacer, estaréis deseando que llegue el día de mañana.

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Segunda parte: El poder de lo auténtico

¿Existe la posibilidad dar la vuelta a esto? ¿Hay alguna alternativa al sistema parasitario que nos gobierna globalmente? ¿Es posible llegar a un cambio profundo sin recurrir a la violencia? ¿Hay tiempo para virar antes de caer en la trampa petrolera, en el abismo ecológico, en la guerra sin cuartel? La respuesta afirmativa, sin duda, también está en el viento…

Si tuviéramos que dar un paso más allá para llevar a la práctica la esperanza de un mundo mejor, nos encontraríamos rápidamente con la manipulación y servilismo de los grandes medios. Es otra de las muchas conclusiones a las que uno llega viendo el imprescindible documental «Demain» del que saco la mayoría de las conclusiones de esta primera parte del artículo.

La propia historia de este reportaje demuestra el poder de cada individuo: en su estreno, acudieron nueve espectadores y, tan sólo en unos meses, la vieron en los cines un millón de personas sólo en Francia. Nueve personas extendieron este maravilloso mensaje a millones, difundieron esta poderosa llama para poder cambiar el mundo y hacerlo más humano.

Por el lado contrario, según lo veía por segunda vez, me hacía la misma pregunta: ¿Cómo es posible que se esté ocultando un fenómeno tan esperanzador que se multiplica por el mundo, en parte también en España, y con especial intensidad en países tan cercanos como Francia (más incluso teniendo en cuenta que este documental se estrenó en 2015)?

Pero la respuesta es sencilla; la mayoría de los medios están vinculados a multinacionales. Y no interesa que se sepa lo falaces que son algunos de los principios que se suelen promover: por ejemplo, es totalmente falso que traer a cualquier población las empresas más globalizadas genere más riqueza y empleo (que se lo pregunten, si no, a los trabajadores de Coca-Cola).

La práctica llevada a cabo ya en muchas zonas del mundo demuestra que cada moneda que se gasta o se invierte en un establecimiento de carácter local, multiplica de dos a cuatro veces la posibilidad de crear empleo seguro y riqueza estable en un radio de población cercano.

De la misma forma, consumir sólo en multinacionales contribuye a un sistema vertical y destructivo que concentra riqueza, especulación y poder en muy pocas manos. Tal y como dicen en el documental, no es para nada exagerado afirmar que consumir de forma responsable, incluido comprar con conciencia local, nos encamina a una democracia mucho más avanzada.

El razonamiento viene a ser el mismo; la democracia está cada vez más dirigida por multinacionales, por lo tanto, cuanto más local sea el consumo, más democrática será nuestra sociedad y mayor será el poder local de las personas.

Esto no es ciencia ficción. Al contrario, es la permacultura (sistema de principios cuyo diseño agrícola y social, político y económico tiene sus cimientos en los patrones y las características del ecosistema natural). Son las realidades que refleja “Demain” y cuya realidad ya está implantada en infinidad de pequeñas poblaciones y otros lugares tan relevantes como Bristol, Toulouse, Basilea, Reikiavik…

Moneda propia y exclusiva
En estas ciudades se ha seguido el mismo razonamiento: si la naturaleza nunca produce monocultivos, de la misma manera, la economía sostenible es aquella que se basa en la diversidad y en la reutilización a nivel local. Por eso, en estas y muchas otras poblaciones, se ha creado una moneda propia (que no es utilizable fuera de esa zona) y que convive con la oficial.

De esta forma, estos lugares han conseguido construir un ecosistema económico estable y de empleo permanente. Por supuesto, son mucho más independientes de las fluctuaciones y grandes especulaciones financieras que sacuden la economía global porque no dependen de los caprichos de los grandes mercados.

Eso sí, es muy importante tener claro, como bien propone el director de comunicación del franco WIR suizo en el documental, que se trata de una convivencia entre ambas; no se trata de reemplazar a la moneda oficial, puesto que, de ser así, caería en los mismos vicios que la moneda oficial.

Energía horizontal, auténtico respiradero en el oligopolio
El sistema ya instaurado en muchas poblaciones del mundo que se alimenta energéticamente a través de viento y sol (y no sólo del petróleo) implica convenios desde abajo, supone acuerdos democráticos para compartir la energía solar y eólica construida por la propia comunidad.

No es una organización vertical como en las grandes petroleras en las que el poder viene directamente desde arriba (que es donde también se concentran los grandes beneficios).

El problema es que, tal y como dice uno de los expertos del documental, de las seis corporaciones más grandes y ricas del mundo, cinco son compañías petroleras. De ahí que algunos países como el nuestro nos lo pongan tan difícil; no quieren hacer peligrar esa simbiosis entre gobierno y las multinacionales donde el dinero y el poder se concentran en muy pocas manos.

Sin embargo, los sistemas sostenibles son mucho más efectivos que las centrales nucleares como ya se ha demostrado en ciudades como Reikiavick cuyo país (Islandia) no es precisamente conocido por su actividad solar. Algunas comunidades ya funcionan plenamente con energías 100% renovables y otras ciudades europeas como Copenhague han reducido su dependencia del petróleo en un 40% desde 1995.

Precisamente, nuestra dependencia del barril también influye enormemente en todo el proceso que envuelve la alimentación. Pero ya existe una salida…

Olivier de Schütters

Permacultura y agroecología frente a las petroleras
Es algo reconocido por gobernantes y científicos que si seguimos este ritmo, si continuamos forzando la máquina de producción y crecimiento, el sistema va acabar agotándose y la Tierra no lo va a soportar. Ya hay bastantes signos de ello.

Y no es porque este planeta no sea capaz de alimentar a la humanidad, es porque la agricultura industrial sólo crea una pequeña parte de la alimentación; mientras esquilman el terreno, la enorme mayoría de su producción industrial va a parar a agrocarburantes y alimentación de ganado.

En contraste, resulta de una belleza inigualable contemplar la riqueza de los pequeños cultivos urbanos y de las periferias que son producto de la permacultura. Lo más curioso de todo es que este sistema productivo que imita y promueve la naturaleza también resulta mucho más productivo, prolífico y, por supuesto, más saludable.

En cambio, la agricultura industrial, produciendo menos alimento humano, destruye bosques para convertirlos en monocultivos, agota la tierra y enferma a las plantas que son invadidas por insectos y hongos. Como respuesta a eso, rocían las plantaciones con pesticidas que hacen enfermar a los animales y a nosotros mismos (de ahí, por ejemplo, las crecientes alergias e intolerancias sobre todo en niños).

Así que si respetas biodiversidad, si respetas los ciclos de la tierra, resulta que la naturaleza te devuelve el doble de beneficio. En “Demain” citan, entre otros muchos, el estudio de Olivier de Schütters para Naciones Unidas que abarca 68 países que demuestra que con la agroecología la producción se duplica y con la permacultrua se multiplica hasta por tres y por cuatro.

Este tipo de producción natural, siendo todavía minoritario, resulta imparable. Pese a ello, los gobiernos, obviamente, están lejos de incentivarlo. Más que nada porque las petroleras surten lo necesario para mover tractores, fabricar fertilizantes, pesticidas y, sobre todo, trasladar la comida de un lugar a otro… Porque no hay que olvidar que los alimentos viajan, como media, 2.400 kilómetros por tierra, mar y aire. Otra razón más que convincente para consumir productos locales y de temporada.

Por lo tanto las mircrogranjas que son tan fáciles de ubicar e instalar en la ciudad o en los alrededores suponen la salvación y la gran esperanza del futuro alimentario (en el documental cuentan el caso de la granja de Bec Hellouin (Francia) que en terrenos más pequeños produce lo mismo que un tractor en una superficie diez veces más grande).

En cuanto a producción las granjas industriales son ineficientes para producir comida. Son muy eficientes, en cambio, para producir su propio dinero.

El prestigioso economista Bernard Lietaer dice en el documental que todos los sistemas monetarios funcionan igual; a través del monopolio del dinero con intereses:

“El dinero se acumula en la cima. Lo mismo ocurre en sistema soviético o chino: crean una moneda única mediante deudas bancarias con intereses. Todas las divisas mundiales son iguales. Pueden ser pinos de muchas clases pero son todos pinos. El problema es que si cae un cigarro todo prende. Es más eficaz tener una moneda única pero mucho más frágil. No tiene resistencia ninguna”.

Posteriormente establecen un curioso el paralelismo entre la monocultura agrícola, cuyo resultado son más enfermedades, más incendios, menos agua y menos animales, y la monocultura monetaria que por ha producido 145 crisis bancarias y 208 crisis monetarias (tan sólo desde 1970).

Ciudad de Copenhague

Beneficios colaterales de no estar enlatado
Hay otros muchos beneficios de no depender, en la medida de lo posible, del petróleo. Algunas bastante curiosas, si uno se pone a pensar en lo que expone “Demain”:

¿Qué tipo de relación se establece en una sociedad cuyos miembros van enlatados y con su culo constantemente pegado a una silla? ¿Cuántas personas empeoran cuando se meten en un coche? ¿Qué tipo de relaciones se establecen, en cambio, cuando uno va en bici?

Es curioso que más de una vez yendo en bicicleta por la ciudad (no digamos ya en comunidades más pequeñas) es muy natural establecer un contacto amistoso con las bicis de alrededor. Lo natural llama a lo natural  de la misma forma que encerrarnos en una máquina de forma rutinaria nos desnaturaliza. Lo mismo ocurre con el resto del proceso de producción y convivencia, con el consumo local y el cuidado del entorno.

De hecho, hay otra cuestión ética que aborda “Demain” y que a mí me parece igualmente importante a nivel práctico… Aun considerando que la mayoría de la gente es bondadosa, cuando el poder se concentra en pocas personas, éstas siempre tienden a corromperse, a perpetuar su poder.

Así que cuanto menos esté concentrado el poder, mejor. Cuanto más se repartan las decisiones y más se haga participar al ciudadano anónimo en tareas de gobierno, mejor.

Viendo este documental vuelvo a confirmar que nuestras pequeñas acciones pueden devolver de forma pacífica el poder de decisión a la gente. No nos tenemos que dedicar sólo a contemplar a ver cómo todos gobiernan igual bajo la tutela de las multinacionales, no nos tenemos que limitar a elegir el disfraz bajo el que se presentan cada cuatro años. Ya existen alternativas realmente democráticas.

En unos días abordaré lo que para mí sería el siguiente paso, la continuación hacia un nuevo sistema. Pero eso será ya en la segunda parte del artículo. Mientras, no dejéis de ver “Demain”, os dará un gran subidón de energía natural.

Además, sabiendo todo lo que se puede hacer, estaréis deseando que llegue el día de mañana.

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Segunda parte: El poder de lo auténtico

 

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