Gran parte del feminismo no ha sobrevivido a la plandemia.

Eso me resulta doloroso hasta que me doy cuenta de que la parte que no ha sobrevivido es la peor.

Hace poco más de un año, todas las grandes figuras lo abanderaban, todas parecían jugarse la vida por el movimiento.

Pero cuando la vida se ha puesto en juego, todas han mirado hacia otro lado.

Todas tan políticamente correctas ante la barbarie…

Ni el aumento de maltrato a la mujer en los confinamientos, ni la infancia traumatizada, ni la ancianidad masacrada…

Nunca me cansaré de repetir; más del 75% de fallecidos totales ha sido en residencias.

Esta masacre cada vez me parece más un acto de puntería más que de negligencia.

De hecho, qué casualidad, todas las olas (incluidas las muertes por vacuna) han descuidado al sector que no “produce”.

Sin duda, se merecen el Premio Agenda 2030 al mejor gerontocidio.

Feminismo, a tus labores
Es muy probable que la prensa y el feminismo institucionalizado promocionen, poco a poco, que el movimiento por la igualdad se manifieste de seis en seis y, sobre todo, desde el balcón.

Todo muy discreto para acabar rezumando lo mismo que su supuesto enemigo; “la mujer en casa, que es donde tiene que estar”.

Seguramente lo verás incluso en periódicos que dicen ser de izquierdas.

Supongo que son de izquierdas en la misma medida que Irene Montero dice ser feminista.

Por eso ella y su marido salen en Vanity Fair mientras nuestra sociedad se va a la ruina; porque creen en la igualdad.

Agenda patriarcal
Me resulta curioso que este falso feminismo de Estado no caiga en que esta supuesta pandemia va directa hacia a las viejas formas verticales de control patriarcal.

De un año hacia atrás, el ecofeminismo era una aspiración interesante.

Para sustituirlo, ahora el retro-patriarcado se quiere disfrazar de feminista y de ecologista.

Y muchas personas han caído en la trampa.

Muchas otras, no.

¿»Seguridad»? No, gracias
El verdadero fin es impedir cualquier manifestación que pueda unir al pueblo lo suficiente para recuperar el espíritu de que las instituciones están a nuestro servicio y no al revés.

Estamos en época de experimentación inyectable donde nuestra seguridad les importa bien poco.

La seguridad en sus manos se ha convertido en una ametralladora muy selectiva.

De hecho, si vas en masa a alabar a la clase política a sus mítines estarás fuera de riesgo.

Cualquier otra manifestación es un peligro.

Un peligro para el feminismo domesticado, supongo.

8-M/15-M
Curioso hasta qué punto la esencia del 15-M y del 8-M han pasado por el mismo proceso.

Curioso que ambas hayan acabado representadas por el matrimonio gubernamental honoris causa del NOM.

El proceso de querer matarlo desde arriba, precisamente apropiándose del concepto y actuando de forma exactamente contraria.

Es decir, en este caso, empujarlo al suicidio desde el balcón mientras sueltan grandes palabras feministas.

De ahí que esta rotura sea sana.

Al menos esa es la lección que yo he aprendido: la labor es nuestra, de cada persona, y nunca hay que dejarla en manos de la clase política.

Nos traicionarán una y mil veces.

Depender de una persona o personas que hagan de líderes imprescindibles es un abismo asegurado.

Solo el pueblo, gobernando en horizontal, puede manejar su destino.

Feminismo hacia otra humanidad
Con todo, tengo la reconfortarte sensación de que el espíritu del 8-M que clamaba ante las injusticias y atropellos de los derechos más básicos sigue latente en alguna parte con ganas de caminar hacia otra sociedad.

(La palabra «espíritu» es un cáncer para el NOM).

Y, como en la sociedad en general, creo que habrá una clara división entre ambos feminismos; el de la nueva normalidad y el de la calle.

Por sus actos los reconoceréis.

 

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