
Mi madre con algunos de mis hermanos mayores
Salí de sus entrañas tarde y sin querer. Desde entonces he tenido a menudo la sensación de haber llegado a deshora a muchos otros sitios. También dilaté mucho mi salida de su casa. Siendo el pequeño de ocho hermanos, fue muy duro dejar a mi madre sola. Sobre todo porque, como me trajo al mundo a destiempo, cuando abandoné su casa ella era ya una anciana. Esta carta, semanas después de mi partida (acompañada de un cuaderno en blanco), la escribí viendo con desesperación cómo mi madre iba cayendo en depresión.
Lo cierto es que, pese a su extrema delgadez y su aparente fragilidad, ella es muy resistente. Siempre me acordaré cuando, hace ya mucho, cuando ella tenía casi setenta años, bebió por accidente una botella de plástico en la que había queroseno en vez de agua. Sin que nosotros supiéramos porqué, su voz fue volviéndose ronca. “Me habré constipado”, decía. Finalmente, cuando ya estaba casi recuperada, mencionó de pasada que semanas atrás bebió de una botella que tenía un sabor muy ardiente. Se negó a ir al médico argumentando que ya estaba recuperada (lo cual, milagrosamente, era cierto).
Fue ahí donde corroboré que mi madre era una especie de Rolling Stone y que iba a durar muchos años más. Otro efecto colateral que tuvo sobre mí es que perdí totalmente la credibilidad entre mis amigos y cada vez que, en aquellos días, argumentaba algo que se salía de lo normal me decían: “Venga ya tío, si tu madre bebe queroseno”.
Pese a su dureza, cuando me fui de su casa ella tenía ya ochenta y tres años y me preocupaba mucho cómo su estado anímico iba a afectar al resto de su salud. Por otra parte, sería absurdo negar que ella ha cometido muchos errores (aunque podría apostar a que ninguno malintencionado) pero, en todo caso, hace mucho que ya no tiene sentido hablarle de eso. Hace tiempo que estoy convencido de que se merece vivir en paz sus últimos años. Al menos mientras su salud se lo permita. Así que esta carta, aun teniendo la clara intención de combatir su injusta sensación de inutilidad, es muy realista en cuanto a lo que una madre como ella puede suponer en la existencia de los demás…

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Salí de sus entrañas tarde y sin querer. Desde entonces he tenido a menudo la sensación de haber llegado a deshora a muchos otros sitios. También dilaté mucho mi salida de su casa. Siendo el pequeño de ocho hermanos, fue muy duro dejar a mi madre sola. Sobre todo porque, como me trajo al mundo a destiempo, cuando abandoné su casa ella era ya una anciana.
Esta carta, semanas después de mi partida (acompañada de un cuaderno en blanco), la escribí viendo con desesperación cómo mi madre iba cayendo en depresión.
Lo cierto es que, pese a su extrema delgadez y su aparente fragilidad, ella es muy resistente. Siempre me acordaré cuando, hace ya mucho, cuando ella tenía casi setenta años, bebió por accidente una botella de plástico en la que había queroseno en vez de agua.
Sin que nosotros supiéramos porqué, su voz fue volviéndose ronca. “Me habré constipado”, decía. Finalmente, cuando ya estaba casi recuperada, mencionó de pasada que semanas atrás bebió de una botella que tenía un sabor muy ardiente. Se negó a ir al médico argumentando que ya estaba recuperada (lo cual, milagrosamente, era cierto).
Fue ahí donde corroboré que mi madre era una especie de Rolling Stone y que iba a durar muchos años más. Otro efecto colateral que tuvo sobre mí es que perdí totalmente la credibilidad entre mis amigos y cada vez que, en aquellos días, argumentaba algo que se salía de lo normal me decían: “Venga ya tío, si tu madre bebe queroseno”.
Pese a su dureza, cuando me fui de su casa ella tenía ya ochenta y tres años y me preocupaba mucho cómo su estado anímico iba a afectar al resto de su salud. Por otra parte, sería absurdo negar que ella ha cometido muchos errores (aunque podría apostar a que ninguno malintencionado) pero, en todo caso, hace mucho que ya no tiene sentido hablarle de eso.
Hace tiempo que estoy convencido de que se merece vivir en paz sus últimos años. Al menos mientras su salud se lo permita. Así que esta carta, aun teniendo la clara intención de combatir su injusta sensación de inutilidad, es muy realista en cuanto a lo que una madre como ella puede suponer en la existencia de los demás…
Para ti….
Hay una película de Woody Allen que termina con una reflexión de su protagonista que me parece genial: “Me pregunto si los recuerdos son algo que uno tiene o algo que uno ha perdido”.
Hace un tiempo, cuando me iba de lugares en los que había pasado grandes momentos, sobre todo buenos, cuando me despedía de gente a la que quizás no volvería ver en mucho tiempo, o quizás nunca, me invadía una profunda y dolorosa nostalgia. Hasta que un día me di cuenta de que ese sentimiento venía más por un hueco apego al pasado que por una circunstancia real.
Quiero decir que, realmente si uno ha tenido grandes experiencias en una casa, en un país, en un trabajo, en un colegio… Si uno lo interioriza y lo aprovecha lo suficiente se da cuenta de que todos esos recuerdos, todos esos buenos momentos, todas esas personas no se quedan en esos lugares, ni siquiera se quedan en el pasado… Si uno da el enfoque adecuado y mira hacia delante se da cuenta de que todo eso está dentro de uno mismo, que ya forma parte de él, que sigue allá donde uno vaya y que, si uno lo sabe llevar, nadie es capaz de arrebatárselo, ni siquiera el tiempo.
La prueba de que está dentro de nosotros es que, sin haber pasado por todos aquellos lugares, sin conocer a toda esa gente, no seríamos la misma persona. Así que creo que la clave está en no anclarse en un sentimiento falso de pérdida, que nos envejece, sino en sumergirse en el placer de haber vivido y aprendido, lo cual enriquece cada paso y profundiza cada huella. Por eso también creo que los recuerdos sirven para darnos cuenta de que la vida merece la pena vivirla, sirven para darnos cuenta de que incluso teniendo malos momentos merece la pena sobrevivir a ellos.
Esto último es un poco lo que la clásica frase de un poeta indio resumía de forma tan perfecta:
“Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”
Así que el pasado es algo que depende de cómo lo utilicemos. Te puede destruir si intentas vivir en él o puedes vivir con él para llevarte aún más lejos.
También existe la idea de que los recuerdos que cuenta la gente mayor (especialmente los ancianos) a sus hijos o a sus nietos caen en saco roto. Se cree que los niños no escuchan, que sólo se aburren, que a nadie le interesa… Yo creo que es porque uno espera una reacción inmediata, uno espera que el niño, o cualquier persona en general, comprenda todo de golpe, que le apasione lo que escucha, que incluso eso le haga cambiar de forma inmediata. Pero, claro, el proceso no es tan simple. Se trata de que todos esos recuerdos y esas historias, todas las lecturas y lecciones que encierran, vayan germinando poco a poco, vayan creando una identidad dentro del alma acerca de qué es la vida y por qué cosas merece la pena luchar. Nunca hay que pensar que todo aquello no fue escuchado. De hecho, aquí tienes la prueba…
Recuerdo cuando papá robó el tridente de la fuente de Neptuno junto con otro amigo cuando acusasteis a los de Filosofía de ser gente aburrida, recuerdo cuando me hablabas de cuando tú y papá fuisteis de viaje de novios a Venecia y estábais muy pelados de dinero y que, con las últimas monedas que os quedaban, conseguisteis un memorable viaje en góndola, recuerdo cuando ibas al baile con tus amigas y te llovían los pretendientes, recuerdo cuando le diste una bofetada a papá el día que te dio un beso en la mejilla, recuerdo cuando ibas a Guetaria con tu madre todas las tardes en verano, recuerdo cuando gritabais emocionados en Zarautz cada vez que pasaba un coche…
Te recuerdo de niña, solitaria, recogiendo enormes conchas en la playa, recuerdo el nacimiento especial e inigualable de cada uno de tus hijos, recuerdo que el mamón de Gabi fue a venir al mundo cuando estabais celebrando vuestro aniversario, recuerdo que a Ernesto le tuvisteis que hacer una agotadora gimnasia, que incluso tuvo que llevar un aparato en las piernas hasta que finalmente pudo andar (y lo que aquel momento inigualable te hizo llorar), recuerdo que tu madre estaba muy enferma cuando vio a Sofía recién nacida y ya luego pudo irse tranquila al otro lado, recuerdo cuando nací yo y me apoyaron en tus piernas y tú sentiste el alivio de que, tras tanto tiempo, todo había salido bien…

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Recuerdo que no todos los recuerdos de tu niñez fueron buenos, recuerdo cuando me contabas que sonaban las
alarmas durante la guerra y bajabais al refugio para huir de los bombardeos, recuerdo también cuando tu hermana Cecilia intentó tirarse por la ventana pensando que los soldados venían a fusilar a vuestra hermana Carmen y a tu madre…
Recuerdo, especialmente entre todas, la última vez que me leíste la carta que tu padre te escribió antes de que le fusilaran, cómo te emocionaste leyéndola, cómo capté, más que nunca, que él, horas antes de su muerte, había sido capaz de poner en tan pocas palabras una ternura capaz de llenar la ausencia de un padre para el resto de tus días. Y recuerdo que entendí tus lágrimas mejor de lo que puedas imaginar.
Recuerdo que, probablemente, tus recuerdos ocultaban otros recuerdos mucho más duros, que se intuían pero que era mejor ocultarlos por su crudeza, por la crueldad que un ser “humano” puede desarrollar durante una guerra.
Todos esos recuerdos, como ves, están dentro de mí. Mi amor incondicional por la paz, mi amor hacia los niños, hacia los mayores, mi respeto absoluto por la Naturaleza… son aspectos de mí que han crecido gracias también a tus historias y a tu ejemplo. Siempre irán conmigo y me harán vivir una vida mejor llena de recuerdos que también contaré a mis hijos, si los tengo, o a quien quiera escucharlos.
Teniendo en cuenta que la memoria no es uno de mis fuertes, probablemente muchas de las que me has contado no las recuerdo lo suficiente. Creo que no se deberían olvidar, muchas de ellas por su belleza y ternura, muchas otras, como tus recuerdos de la guerra, por el deber de no tener que repetirlas.
Te cuento todo esto porque creo que ahora te toca a ti contar por escrito tus historias. Me gustaría que tu memoria, que tus recuerdos, que tu vida, lo que quieras contar de ella, vivan todo el tiempo posible.
Pienso que es una pena que, con el ritmo de vida que llevamos, con lo separados que estamos físicamente, se pierdan muchas cosas en la distancia. Creo que muchos nietos no tienen una clara idea de quién es su abuela. Cuando se sientan a leer tus historias, tus ideas sobre la vida, tu forma tan cariñosa de contarlas, seguro que se sentirán mucho más cerca de la gran persona que eres y también se sentirán aún más orgullosos de su abuela.
No tienes que hacer ningún esfuerzo, simplemente cuéntalo a tu manera. No conozco a nadie como tú. Ya te lo dije más de una vez. No es porque seas mi madre pero eres, objetivamente, la persona más peculiar y con mayor capacidad para amar que he conocido en mi vida. Así que sólo tienes que ser tú misma y contar los recuerdos que te apetezcan. Los que no quieras contar, simplemente déjalos de lado.
De hecho, me gustaría que disfrutaras haciéndolo, que te sintieras libre de seguir el orden que quieras. Hazlo como mejor te parezca.
Y es que creo que, tal y como le ocurría al personaje de James Stewart en “¡Qué bello es vivir!”, no eres consciente de lo importante que ha sido que estés en este mundo y todo el bien que has hecho y todo el bien que aún te puedes hacer a ti misma y, por extensión, a los demás. Quizás seas más consciente escribiendo tus mejores recuerdos. Quizás te des cuenta entonces de todo lo que ha sido posible gracias a ti.
Exigirse perfección es absurdo, mamá. Libérate de tus errores. También te has cargado con los errores de los demás y eso es igualmente injusto. A la hora de la verdad, en la balanza el bien que has hecho es inmensamente mayor, absolutamente triunfador. Todos los errores han quedado sepultados por tu invencible capacidad para amar. Todos hemos seguido igualmente tu ejemplo, todos nos queremos por encima de nuestras diferencias. El amor hace todo posible, incluso en los momentos más oscuros, incluso en las mayores diferencias, el amor te hace resurgir…
Cuando veo a mis hermanos, a mis amigos que tienen uno o dos hijos, y les veo agobiados, agotados, estresados, cuando yo mismo me veo agobiado por la falta de tiempo que supone vivir por tu cuenta, me parece un auténtico milagro lo que tú llegaste a hacer prácticamente a solas. Sin apenas ayuda, sin parar de trabajar ni de entregarte a tus clases, a cada uno de tus alumnos, has hecho que tus ocho hijos estén bien alimentados, que tengan una carrera, y sobre todo, que tengamos una incondicional manera de amar.
Es una prueba palpable que tu amor sobrevive en el amor hacia nuestros hijos y nuestros sobrinos. Sin ti, hubiéramos sido mucho peores, de eso no hay duda. ¿Tiene sentido exigirte más ante semejante milagro? Deberías estar orgullosa de que, sin duda, tu amor ha resultado ser invencible.
No olvides tampoco que eres el superviviente de una guerra, no olvides que una niña no debería nunca haber visto ni vivido lo que tú viviste y, sin embargo, aquí estás desdeñando el odio, la dureza de la vida y multiplicado el amor que recibiste hasta hacerlo inagotable.
También crees que no has sabido extender a fe que te enseñaron. Te echas eso en cara y eso es una injusticia tremenda con respecto a ti misma. Puede que no vayamos todos a misa pero ¿acaso no amamos a nuestro prójimo? ¿No deseamos lo mejor para nuestras parejas? ¿Acaso no adoramos a nuestros hijos y nuestros sobrinos? ¿Acaso no daríamos la vida por ellos? Acaso cuando nos quedamos viendo el mar, las olas, contemplamos la naturaleza, sus cantos, la música, el cine, la lectura, las vistas desde Mollari… ¿no damos gracias por existir?
¿Crees de verdad que un Dios bondadoso y justo nos condenaría después de cómo adoramos y cuidamos lo que ha creado, después de haber seguido su ejemplo de amar y vivir intensamente? Estoy seguro de que un Dios humilde, justo y misericordioso nos juzgará por nuestras acciones no por nuestras doctrinas, no por repetir incesantemente su nombre en oraciones que se hacen huecas en su propia repetición. Puedes estar orgullosa de que, en la práctica, de una u otra manera, todos creemos en Él. Los condenados serán los que, nombrándole o no, no siguieron su ejemplo y ahí no estamos nosotros.
También tengo la impresión de que te quitas mérito cuando piensas en todo lo que has hecho bien porque crees que no lo sabes hacer de otra manera. Y te dices a ti misma: “Bueno, es que si no llego a hacer todo eso por mis hijos me hubiera sentido muy mal”. Creo que eso te da el doble mérito de haber hecho del bien una rutina. Has hecho del bien tu costumbre por encima de lo dura y cruel que a veces puede ser la vida. Haces el bien hasta sin querer, ¿no es esa otra prueba de la maravillosa persona que eres?
Te quiero mamá, todos te queremos, es hora de que hagas justicia contigo misma y te quieras como te mereces. Ojalá entendieras algún día que eso es lo mejor que podrías hacer ahora por nosotros. Tu amor nunca ha sido doblegado pero debe reflejarse hacia ti misma. De esa forma, te cuidarás más y harás que todos seamos más felices. Espero que pronto vayas a clases de pintura, que pueda colgar algún cuadro tuyo en mi casa, que desarrolles tus talentos, que escribas, que te dediques a disfrutar de tu tiempo libre aún más de lo que lo haces. Mereces quererte a ti misma y puedes hacerlo desde ya mismo.
De verdad, doy gracias a Dios porque has existido (lo cual, claro, incluye dar gracias por mi propia existencia). Debe estar muy orgulloso de ti. De hecho, estoy convencido de que el día que te vayas harás del Cielo un sitio mejor. Mientras, aquí, en este cuaderno, tienes la oportunidad de hacer tu huella en la Tierra aún más profunda, aún más imborrable.
Tu hijo Javier
PD.- Mamá, incluso si te gustan todas estas palabras, también recuerda que son gracias a ti
/
Hay una película de Woody Allen que termina con una reflexión de su protagonista que me parece genial: “Me pregunto si los recuerdos son algo que uno tiene o algo que uno ha perdido”.
Hace un tiempo, cuando me iba de lugares en los que había pasado grandes momentos, sobre todo buenos, cuando me despedía de gente a la que quizás no volvería ver en mucho tiempo, o quizás nunca, me invadía una profunda y dolorosa nostalgia. Hasta que un día me di cuenta de que ese sentimiento venía más por un hueco apego al pasado que por una circunstancia real.
Quiero decir que, realmente si uno ha tenido grandes experiencias en una casa, en un país, en un trabajo, en un colegio… si uno lo interioriza y lo aprovecha lo suficiente se da cuenta de que todos esos recuerdos, todos esos buenos momentos, todas esas personas no se quedan en esos lugares, ni siquiera se quedan en el pasado…
Si uno da el enfoque adecuado y mira hacia delante se da cuenta de que todo eso está dentro de uno mismo, que ya forma parte de él, que sigue allá donde uno vaya y que, si uno lo sabe llevar, nadie es capaz de arrebatárselo, ni siquiera el tiempo.
La prueba de que está dentro es que, sin haber pasado por todos aquellos lugares, sin conocer a toda esa gente, no seríamos la misma persona. Así que creo que la clave está en no anclarse en un sentimiento falso de pérdida, que nos envejece, sino en sumergirse en el placer de haber vivido y aprendido, lo cual enriquece cada paso y profundiza cada huella.
Por eso también creo que los recuerdos sirven para darnos cuenta de que la vida merece la pena vivirla, sirven para darnos cuenta de que incluso teniendo malos momentos merece la pena sobrevivir a ellos.
Esto último es un poco lo que la clásica frase de un poeta indio resumía de forma tan perfecta:
“Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”
Así que el pasado es algo que depende de cómo lo utilicemos. Te puede destruir si intentas vivir en él o puedes vivir con él para llevarte aún más lejos.
También existe la idea de que los recuerdos que cuenta la gente mayor (especialmente los ancianos) a sus hijos o a sus nietos caen en saco roto. Se cree que los niños no escuchan, que sólo se aburren, que a nadie le interesa…
Yo creo que es porque uno espera una reacción inmediata, uno espera que el niño, o cualquier persona en general, comprenda todo de golpe, que le apasione lo que escucha, que incluso eso le haga cambiar de forma inmediata.
Pero, claro, el proceso no es tan simple. Se trata de que todos esos recuerdos y esas historias, todas las lecturas y lecciones que encierran, vayan germinando poco a poco, vayan creando una identidad dentro del alma acerca de qué es la vida y por qué cosas merece la pena luchar. Nunca hay que pensar que todo aquello no fue escuchado. De hecho, aquí tienes la prueba…
Recuerdo cuando papá robó el tridente de la fuente de Neptuno junto con otro amigo cuando acusasteis a los de Filosofía de ser gente aburrida, recuerdo cuando me hablabas de cuando tú y papá fuisteis de viaje de novios a Venecia y estabais muy pelados de dinero y que, con las últimas monedas que os quedaban, conseguisteis un memorable viaje en góndola…
Recuerdo cuando ibas al baile con tus amigas y te llovían los pretendientes, recuerdo cuando le diste una bofetada a papá el día que te dio un beso en la mejilla, recuerdo cuando ibas a Guetaria con tu madre todas las tardes en verano, recuerdo cuando gritabais emocionados en Zarautz cada vez que pasaba un coche…
Te recuerdo de niña, solitaria, recogiendo enormes conchas en la playa, recuerdo el nacimiento especial e inigualable de cada uno de tus hijos, recuerdo que el mamón de Gabi fue a venir al mundo cuando estabais celebrando vuestro aniversario, recuerdo que a Ernesto le tuvisteis que hacer una agotadora gimnasia, que incluso tuvo que llevar un aparato en las piernas hasta que finalmente pudo andar (y lo que aquel momento inigualable te hizo llorar)…
Recuerdo que tu madre estaba muy enferma cuando vio a Sofía recién nacida y ya luego pudo irse tranquila al otro lado, recuerdo cuando nací yo y me apoyaron en tus piernas y tú sentiste el alivio de que, tras tanto tiempo, todo había salido bien…

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Recuerdo que no todos los recuerdos de tu niñez fueron buenos, recuerdo cuando me contabas que sonaban las
alarmas durante la guerra y bajabais al refugio para huir de los bombardeos, recuerdo también cuando tu hermana Cecilia intentó tirarse por la ventana pensando que los soldados venían a fusilar a vuestra hermana Carmen y a tu madre…
Recuerdo, especialmente entre todas, la última vez que me leíste la carta que tu padre te escribió antes de que le fusilaran, cómo te emocionaste leyéndola, cómo capté, más que nunca, que él, horas antes de su muerte, había sido capaz de poner en tan pocas palabras una ternura capaz de llenar la ausencia de un padre para el resto de tus días.
Y recuerdo que entendí tus lágrimas mejor de lo que puedas imaginar.
Recuerdo que, probablemente, tus recuerdos ocultaban otros recuerdos mucho más duros, que se intuían pero que era mejor ocultarlos por su crudeza, por la crueldad que un ser “humano” puede desarrollar durante una guerra.
Todos esos recuerdos, como ves, están dentro de mí. Mi amor incondicional por la paz, mi amor hacia los niños, hacia los mayores, mi respeto absoluto por la Naturaleza… son aspectos de mí que han crecido gracias también a tus historias y a tu ejemplo. Siempre irán conmigo y me harán vivir una vida mejor llena de recuerdos que también contaré a mis hijos, si los tengo, o a quien quiera escucharlos.
Teniendo en cuenta que la memoria no es uno de mis fuertes, probablemente muchas de las que me has contado no las recuerdo lo suficiente. Creo que no se deberían olvidar, muchas de ellas por su belleza y ternura, muchas otras, como tus recuerdos de la guerra, por el deber de no tener que repetirlas.
Te cuento todo esto porque creo que ahora te toca a ti contar por escrito tus historias. Me gustaría que tu memoria, que tus recuerdos, que tu vida, lo que quieras contar de ella, vivan todo el tiempo posible.
Pienso que es una pena que, con el ritmo de vida que llevamos, con lo separados que estamos físicamente, se pierdan muchas cosas en la distancia. Creo que muchos nietos no tienen una clara idea de quién es su abuela.
Cuando se sientan a leer tus historias, tus ideas sobre la vida, tu forma tan cariñosa de contarlas, seguro que se sentirán mucho más cerca de la gran persona que eres y también se sentirán aún más orgullosos de su abuela.
No tienes que hacer ningún esfuerzo, simplemente cuéntalo a tu manera. No conozco a nadie como tú. Ya te lo dije más de una vez. No es porque seas mi madre pero eres, objetivamente, la persona más peculiar y con mayor capacidad para amar que he conocido en mi vida.
Así que sólo tienes que ser tú misma y contar los recuerdos que te apetezcan. Los que no quieras contar, simplemente déjalos de lado.
De hecho, me gustaría que disfrutaras haciéndolo, que te sintieras libre de seguir el orden que quieras. Hazlo como mejor te parezca.
Y es que creo que, tal y como le ocurría al personaje de James Stewart en “¡Qué bello es vivir!”, no eres consciente de lo importante que ha sido que estés en este mundo y todo el bien que has hecho y todo el bien que aún te puedes hacer a ti misma y, por extensión, a los demás.
Quizás seas más consciente escribiendo tus mejores recuerdos. Quizás te des cuenta entonces de todo lo que ha sido posible gracias a ti.
Exigirse perfección es absurdo, mamá. Libérate de tus errores. También te has cargado con los errores de los demás y eso es igualmente injusto. A la hora de la verdad, en la balanza el bien que has hecho es inmensamente mayor, absolutamente triunfador.
Todos los errores han quedado sepultados por tu invencible capacidad para amar. Todos hemos seguido igualmente tu ejemplo, todos nos queremos por encima de nuestras diferencias. El amor hace todo posible, incluso en los momentos más oscuros, incluso en las mayores diferencias, el amor te hace resurgir…
Cuando veo a mis hermanos, a mis amigos que tienen uno o dos hijos, y les veo agobiados, agotados, estresados, cuando yo mismo me veo agobiado por la falta de tiempo que supone vivir por tu cuenta, me parece un auténtico milagro lo que tú llegaste a hacer prácticamente a solas.
Sin apenas ayuda, sin parar de trabajar ni de entregarte a tus clases, a cada uno de tus alumnos, has hecho que tus ocho hijos estén bien alimentados, que tengan una carrera, y sobre todo, que tengamos una incondicional manera de amar.
Es una prueba palpable que tu amor sobrevive en el amor hacia nuestros hijos y nuestros sobrinos.
Sin ti, hubiéramos sido mucho peores, de eso no hay duda. ¿Tiene sentido exigirte más ante semejante milagro? Deberías estar orgullosa de que, sin duda, tu amor ha resultado ser invencible.
No olvides tampoco que eres el superviviente de una guerra, no olvides que una niña no debería nunca haber visto ni vivido lo que tú viviste y, sin embargo, aquí estás desdeñando el odio, la dureza de la vida y multiplicado el amor que recibiste hasta hacerlo inagotable.
También crees que no has sabido extender a fe que te enseñaron. Te echas eso en cara y eso es una injusticia tremenda con respecto a ti misma. Puede que no vayamos todos a misa pero ¿acaso no amamos a nuestro prójimo? ¿No deseamos lo mejor para nuestras parejas?
¿Acaso no adoramos a nuestros hijos y nuestros sobrinos? ¿Acaso no daríamos la vida por ellos? Acaso cuando nos quedamos viendo el mar, las olas, contemplamos la naturaleza, sus cantos, la música, el cine, la lectura, las vistas desde Mollari… ¿no damos gracias por existir?
¿Crees de verdad que un Dios bondadoso y justo nos condenaría después de cómo adoramos y cuidamos lo que ha creado, después de haber seguido su ejemplo de amar y vivir intensamente?
Estoy seguro de que un Dios humilde, justo y misericordioso nos juzgará por nuestras acciones no por nuestras doctrinas, no por repetir incesantemente su nombre en oraciones que se hacen huecas en su propia repetición.
Puedes estar orgullosa de que, en la práctica, de una u otra manera, todos creemos en Él. Los condenados serán los que, nombrándole o no, no siguieron su ejemplo y ahí no estamos nosotros.
También tengo la impresión de que te quitas mérito cuando piensas en todo lo que has hecho bien porque crees que no lo sabes hacer de otra manera. Y te dices a ti misma: “Bueno, es que si no llego a hacer todo eso por mis hijos me hubiera sentido muy mal”.
Creo que eso te da el doble mérito de haber hecho del bien una rutina. Has hecho del bien tu costumbre por encima de lo dura y cruel que a veces puede ser la vida. Haces el bien hasta sin querer, ¿no es esa otra prueba de la maravillosa persona que eres?
Te quiero mamá, todos te queremos, es hora de que hagas justicia contigo misma y te quieras como te mereces. Ojalá entendieras algún día que eso es lo mejor que podrías hacer ahora por nosotros. Tu amor nunca ha sido doblegado pero debe reflejarse hacia ti misma.
De esa forma, te cuidarás más y harás que todos seamos más felices. Espero que pronto vayas a clases de pintura, que pueda colgar algún cuadro tuyo en mi casa, que desarrolles tus talentos, que escribas, que te dediques a disfrutar de tu tiempo libre aún más de lo que lo haces. Mereces quererte a ti misma y puedes hacerlo desde ya mismo.
De verdad, doy gracias a Dios porque has existido (lo cual, claro, incluye dar gracias por mi propia existencia). Debe estar muy orgulloso de ti.
De hecho, estoy convencido de que el día que te vayas harás del Cielo un sitio mejor. Mientras, aquí, en este cuaderno, tienes la oportunidad de hacer tu huella en la Tierra aún más profunda, aún más imborrable.
Tu hijo Javier
PD.- Mamá, incluso si te gustan todas estas palabras, recuerda también que son gracias a ti
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Me resulta imposible leer esta carta y no emocionarme.
Gracias por compartirla y gracias por regalársela en su día a tu madre…
Leyendo tu carta recuerdo cada una de las historias que ella ha compartido conmigo en los pocos meses que nos conocemos…y doy gracias a Dios o a quien corresponda que nuestros caminos se hayan cruzado.
Eres un regalo Javier y un regalo también es conocer a tu madre y al resto de tu familia. Un regalo es ver el amor y el respeto que os transmitis tan solo con la mirada… un regalo son los momentos de risas, de olas y de confesiones múltiples…un regalo la inocencia y la sabiduría de tus sobrinos más pequeños…un regalo poder ver desde cerca una familia tan unida.
Un abrazo enorme principesco y gracias una vez más por dejar aquí algo tan personal en diario de tierra para que podamos disfrutar (y llorar con ganas!) tod@s
Muchas gracias Ali, qué bonitas palabras… Yo también disfruto mucho cuando mi madre encuentra gente que la escucha y disfruta con sus historias y que se confiesa y se ríe tanto con ella como tú.
Sin duda, ese cruce de caminos tiene que ver con que tu propia madre alargó su mano desde arriba para que encontraras a Jacinta que te quiere como a una hija, eso ya lo sabes tú bien.
Me emociona que varias personas me hayan dicho que llegan a un punto no han podido parar de llorar. Me parece curioso porque estos eran sentimientos muy personales con los que yo mismo lloré al escribir y después al releer la carta. Sin duda, cada uno tiene su cúmulo de lágrimas dedicado a la madre que ha tenido, que tiene o que hubiera querido tener.
Todos, de alguna manera nos sentimos tocados cuando volvemos a conectar con la genuina capacidad de amar a una madre o a un hijo. Ese, al fin y al cabo, es el origen del primer milagro que nos hizo estar aquí.
Gracias de nuevo principesca, es un honor leerte en mi blog, ese ha sido otro bonito regalo 😉
Si, totalmente de acuerdo. También gracias a la abuela , Javier ha podido tenerte a ti. Eres preciosa, por dentro y por afuera y tu personalidad es única.
Laura, creo que dejar sin palabras a quienes te leemos es una de tus mayores especialidades!
Eres pequeña en edad y enorme de corazón … gracias por tus palabras y por sacarme siempre una sonrisa.
Leo cada uno de tus comentarios en este blog y escucho cada una de tus anécdotas que me cuenta tu tío…y es imposible no sonreír imaginándote.
Un abrazo enorme preciosa!!
Tú mejor relato sin duda. Espero que mamá lo lea. Me has emocionado… No has podido describir mejor a mamá. Una de las personas que menos se quiere a sí misma y mas da a los demás. Ademas me encanta la foto de ella. Lo pienso imprimir y haré que Laura y Alejandro lo lean también para que sepan cómo es su abuela de alguien que la describe de maravilla. De alguien que la quiere mucho como la queremos los demás pero que no escribimos ni de lejos como tú. Enhorabuena Javier!! Y sobre todo gracias por este retrato increíble de mamá.
¡Muchas gracias hermanita! Bueno realmente mamá lo leyó en su día y lloró como una madalena la pobre. Luego lo volvió a leer cada ciertos meses cuando se le iba olvidando y siempre me lo agradeció mucho.
Lo que pasa es que en el último viaje a Zarautz se perdió el cuaderno con mi carta y su respuesta junto a otros escritos. Menos mal que la escribí primero en el ordenador y por eso la conservo.
Es muy curioso que yo tuviera esa idea hace años, que quisiera que mamá escribiera su propia historia. Pronto me di cuenta de que ella no se veía capaz, no sabia muy bien cómo abarcarlo. Casualmente, tiempo después conocí a Alicia que me habló de una chica que escribía las biografías de gente mayor y fue la solución perfecta.
Por cierto, aquí pongo el enlace de este maravilloso servicio que escribe los libros de ancianos para que su historia nunca se pierda: El recuperador de historias
Espero que disfruten de ese libro tus niños y todo el que quiera leerlo y sería un honor que esta carta sirviera de introducción. ¡Has tenido una gran idea!
Tu madre és una persona preciosa y su vida és digna de relatarse…Javier, tienes obligación de escribir. Por ella, por nosotros que no sabemos…y por tí. Que tu obra y la de ella se alzarán como la sombra de un monolito sobre nosotros ( somos pobres monos ignorantes… ). Que ella és la luz de un faro y tú tienes la habilidad de mil cristales.
Bueno Marga, ahora eres tú la que me dejas sin palabras (por tu última frase déjame que dude seriamente eso de que soy el único que sé escribir aquí 😉)
Varias personas me han dicho que tengo la obligación de escribir, especialmente desde que he publicado este último texto. Me encanta que me digan eso y realmente estoy en ello.
Dentro de poco podré apostar aún más por ello y dedicar más tiempo. Nada me gustaría más pero por ahora debo seguir rascando los minutos para hacerlo.
Qué maravillosas espectativas tienes sobre mi obra ¡Así da gusto! Muchísimas gracias querida Marga por tus comentarios, tus ánimos y tus consejos, significan mucho para mí.
Joo Javi … De verdad estoy aquí llorando por la carta a la abuelita en el diario…
Lo primero, te voy a pedir un favor. Necesito que te dediques a escribir . Es tu sueño y se te da de muerte. La abuelita, tu preciosa madre, ahora y siempre con lo que te adora tan inmensamente, le encantaría que siguieras tus sueños, como si fueran mariposas. Que después de todo, se parecen, son preciosos, difíciles de alcanzar pero si te esmeras , lo conseguirás. Y veo a mí genial tío un día de estos, joven, que le queda mucha vida por delante, con tragedias, con maravillas reales, con un premio Nobel. Harás como hizo y HACE tu increíble madre, del mundo un lugar mejor, de esta manera, persiguiendo tus sueños…
En segundo lugar, que sepas que para mí eres súper especial y que eres como una de las estrellas que tengo de cinco, una de las más potentes, para que me guíen en la vida. Una de ellas, también es tu madre. Después de todo, te amo tanto, la amo tanto ,gracias a ella. Te quiero mucho y si alguna vez perdemos conexión,( porque te vayas a vivir a otro lado ,o cualquier cosa), siempre serás para mí un padre con el que me he reído como una enana y he pasado momentos INOLVIDABLES y que sepas que has sido mi silla de ruedas en momentos difíciles, mis alas, en momentos geniales y mi freno, en inesperadas ocasiones. Te quiere como quiere el Sol a las estrellas. Claro está, el Sol es la abuelita, la que ha hecho posible a la existencia de otras estrellas, más chiquitinas y con menos luz. Con el paso del tiempo, ese Sol ha ido perdiendo color y brillo y a la misma vez, ha iluminado,de AMOR, con su genial personalidad y con todas sus perfectas virtudes y defectos ,a otras estrellas y sobre todo, con su ASOMBROSA sonrisa.
Muy bueno el relato, ¿ qué opinar ?
Tu amor hacia tu madre es inmenso, gracias a ella y viceversa.Es increíble cómo escribes,como transmites los sentimientos en un texto valioso, de tal manera, que brillantes recuerdos mojados , se caen de tus ojos ,de donde has podido ver , la maravillosa persona que es la abuela ( tu mamá ) y lo que poca gente, ( porque hay gente en el mundo que manda huevos ) no sabe percibir o porque es zopenco, maleducado y no entiende lo que es AMOR y AMOR o porque no ha estado lo suficiente tiempo con ella para conocerla y descubrir en su interior lo maravillosa que es y que no hay persona en el universo como ella. VALOR, AMOR… Es de lo que está hecha la abuelita.
Recuerda ,te quiero, gracias a ella
Te lo he dicho en el watsap
Bufff madre mía Laura. Me dejas… no sé cómo decirte. Todavía no me creo que tengas 11 años y hables y sientas de esa manera.
Por decir una de ellas, «brillantes recuerdos mojados se caen de tus ojos». Qué bueno Laura, que bonita eres y qué suerte tenerte como sobrina.
«lo que poca gente, ( porque hay gente en el mundo que manda huevos ) no sabe percibir o porque es zopenco, maleducado y no entiende lo que es AMOR y AMOR» Jajajaja muy cierto, hay gente zopenca que manda huevos pero yo también me quedo con el resto.
Yo también he reido, llorado y aprendido mucho de ti. Y por lo que veo me queda mucho todavía. La verdad es que he pasado la mayoría de mi vida pensando que no iba a ser padre pero si supiera que iba a tener una hija como tú no lo dudaba.
¡Hasta me ves consiguiendo un premio Nobel! Así que claro que te lo prometo Laury me dedicaré a escribir, a cumplir ese sueño que tan poéticamente has descrito. Te quiero muuuucho
Un beso y un achuchón enorme preciosa 😍
Es maravillosa la carta que has escrito a tu madre, ella es una persona muy especial, yo la admiro y la quiero muchísimo!!!
Gracias Gladys, ya sabes muy bien que ese amor es mutuo y que eres una persona fundamental para ella.
Realmente has ayudado a que su vejez sea mucho más fácil con tu cariño y dedicación.
Siempre te estaré agradecido por ello
Joe Little brother ¡¡¡, he necesitado un poco de tiempo para poderme sosegar… y arrancarme a escribir… ya sabéis lo llorica que soy… Mamá lo decía siempre con mucha gracia, «eres la princesita del guisante» 😉 , a lo que yo le respondía «y tu la reina», entonces es cuando se cachondeába diciendo que algo había ido mal, porque no veía por ningún lado dónde estaba nuestro maldito reino, nuestro palacio… Imagínate con el follón que era nuestra casa.
El escrito es simplemente genial. Me ha sacudido, porque ahora que vivo lejos la echo mucho de menos. Tus letras me han dejado el corazón a cien. Nuestra madre es físicamente tan frágil pero a la vez tan fuerte que no creo que sea de este mundo. Su capacidad de aguantar como un roble el sufrimiento es, sin duda, proporcional a su inmensa capacidad de amar, su amor es sinónimo de entrega, todo lo da, da tanto que muchas veces se olvida de guardar algo para ella. Tú lo dices en la carta.
Desde que soy madre aún la admiro más; hay que ser madre para comprender lo duro que puede ser el perder a un hijo y hay que ser muy, muy, muy, pero que muy fuerte para sobrevivir a algo así y seguir adelante…
Me ha encantado lo que dices de los recuerdos… es verdad, ahí están y sin querer, sin que hayan sido contados con ese fin, encierran grandes enseñanzas… Recuerdo que mamá siempre contaba que cuando era joven e iba a la Universidad tenía muchos pretendientes (no me extraña era una chavala con estilo, parecía una actriz de cine), todos eran chicos guapos, bien posicionados y de familias adineradas… había uno que llegó a ser una inminencia en medicina, o no sé en qué, que le perseguía diciendo «Jacinta, tienes nombre de flor»… jajajaja, Mamá lo cuenta cachondeándose… Pues bien, ella eligió a nuestro padre Ángel, atractivo sí, pero sin un duro… Ahí estaba el amor.
Me encanta Javier cuando dices que sin mamá hubiéramos sido peores, siempre lo he pensado, pero yo iría más allá, sin mamá el mundo habría sido peor. siempre lo he pensado. Es una persona que ha dejado huella en muchas otras personas, en otros ámbitos que trascienden del ámbito familiar… es cierto lo que dices de su profesión como profesora; recuerdo cuando llegaba a casa preocupada por los problemas que tenían algunos de sus alumnos.. dios mío como si no tuviera suficiente con lo que tenía en casa ¡¡¡
Me encanta tu carta, gracias mil veces, aunque otra vez estoy llorando y lo paso fatal ¡¡¡
Un abrazo a la Reina Madre, a la nuestra, a la que se merece el título de verdad (la de Inglaterra es una impostora, allí no saben lo que dicen, igual son cosas del idioma.. ?), Otro gran abrazo a mi hermano pequeño, pero grande, y a mis hermanas, hermanos, sobrinos y sobrinas. Otro para los que están sin estar aquí. Os quiero.
Viva la Madre que nos parió ¡¡¡
Jajajajaja ¡Viva! Bueno si te digo la verdad yo también lloré lo mío escribiéndolo y luego leyéndolo de nuevo antes de publicarlo.
Ya lo he dicho por ahí, que me sorprende la cantidad de gente que me ha dicho que se ha emocionado allí donde lo ha leído, a veces en sitios públicos y tal. El algo que realmente me hace sentir que lo que escribo tiene un valor añadido…
Me refiero a que supongo que eso que dices de «lo paso fatal» es sólo una expresión porque en verdad no pienso que sea una emoción negativa en absoluto. Así lo veo por toda la cantidad de buenos y desbordantes sentimientos que expresas al final de tu mensaje.
Creo que es porque el amor genuino nos conecta con lo más esencial de nuestro origen y de nuestra naturaleza, de ahí que sea tan emocionante. Por eso y porque nuestra sociedad nos suele llevar por el camino contrario y detenerse en estas emociones supone toda una liberación.
Me ha encantado todo lo que dices de la carta y el efecto que ha tenido en ti. ¡Me acuerdo perfectamente de lo de princesita del guisante!
Realmente sí, es así, no puedo entender el hecho de poder superar la muerte de un hijo, cosa que en el fondo puedes aceptar pero dudo que se pueda superar del todo, la verdad. Creo que lo que le hizo seguir adelante fue, de nuevo, el amor por sus hijos. Pese a todo el dolor ese amor inagotable le mantuvo a flote.
Si te digo la verdad tenía planeado dedicar a nuestra hermana Ana este diario uniendo todo lo que tenía escrito de ella pero después de varias semanas trabajando en ello tuve que parar. Me afecta todavía demasiado, así que me resulta inimaginable ese mismo sentimiento de pérdida desde el punto de vista de una madre.
Sin duda nuestra madre ha hecho el mundo mejor y por eso le hablaba en la carta del protagonista de «¡Qué bello es vivir!». No sé si te acuerdas que intenta suicidarse y un ángel le demuestra que la vida hubiera sido mucho peor sin él. Entonces él resurge lleno de sentido y gratitud simplemente por estar vivo. Es, de largo, la película más optimista que he visto.
Lo de los alumnos es total, algún día hablaré de eso porque merece un capítulo aparte. Tienes toda la razón, también era una especie de madre para la mayoría de ellos.
En el borrador de la biografía de mamá habla de cosas que mencionas y me ha sorprendido lo que en ella se puede leer entre líneas. Va a ser un libro precioso.
Yo también te quiero hermanita, fuiste compañera del caos infantil y de un mundo que se derrumbaba por momentos y sin cuyo apoyo no sé que hubiera sido de mí. También tengo escrito sobre nuestra infancia conjunta, pero eso ya forma parte de otro diario.
Un beso enorme Chofi, mi querida hermanita
Laura es increíble como te expresas, tu tienes un don¡… No dejes de desarrollarlo¡ qué mona eres¡
Te quiero. Un gran abrazo.
Que lectura más exquisita y valioso Javier. Eso que escribes es inspiración propia que te viene del corazón y tus experiencias vividas con tu madre, la cuál doy fé de todo ello por que recuerdo muy bien de su hospitalidad allá en Madrid. Recuerdo los domingos de almuerzo en tu casa con ella y el espacio en la mesa que me daba para compartir con ustedes ( Yo un costarricense que había cruzado el charco gracias a una beca a cumplir un sueño), encontrarme una madre como la tuya fue uno de los mejores recuerdo que atesoro durante mi estadía en En España.
¡Muchas gracias Christian! Qué buena temporada fue aquella y las mil aventuras por Madrid y por el norte.
Ella todavía me pregunta por ti de vez en cuando y leeré sin falta este mensaje que seguro que le emocionará. Recuerdo lo contenta que estaba ella de tenerte aquella temporafa en casa y como tú la llamabas mamasita jajajaja
Siempre se acordará del lo cariñoso que fuiste con ella así que ya ves que ese respeto y amor es mutuo
Un abrazo enorme desde este otro lado de la Tierra 😉
Que preciosidad Javier. He leído tus palabras pensando en tu madre, pensando en la mia. Lo q yo siempre quise hacer con ella, y q se han ido quedando en simples recortes aislados que fueron mi terapia en momentos determinados.
Que maravillosa forma de inmortalizarla por adelantado y que regalo de dicha y paz recibir algo así de un hijo, que palabras más bonitas, que afortunados tú, ella….
Sigue disfrutando de tu madre como hasta ahora, sigue cautivando con esa forma tan especial de plasmar que sólo se consigue con sentimiento, sigue removiendo nuestros recuerdos tan especiales y vivificantes, sigue retándote a sacar lo mejor de ti y hacerlo tan bien, …. Que envidia…
Conociéndote pero sin conocerte me has enamorado
Preciosas son tus palabras que me han emocionado porque me imagino lo difícil que es despedir a una madre de esa forma en que os tocó hacerlo. Como el recuerdo de ella sigue dentro de ti, lo mejor que puedes hacer por honrarla es vivir con toda la intensidad posible. Es lo que debemos a los que se fueron. Así se lo dije a una mujer que me escribió hace poco desde el hospital donde se estaba muriendo su madre y a otra que celebraba en estos días el aniversario del fallecimiento de su madre.
Me resulta muy conmovedor que haya servido para traer un poco de cercanía hacia las madres que siguen ahí, a las que se están yendo y a las que se fueron hace tiempo. Es la mayor recompensa que he tenido tras publicar esta carta.
Creo que esa es la terapia que debes buscar Alicia; aceptar su muerte y vivir el doble.
Muchísimas gracias por tu sinceridad.
Un fuerte abrazo
Así es Javier. Seguiré escribiendo para objetivar mi vida y ponerme en orden y en paz con mis pensamientos. Pero, en efecto,si para mi es una terapia escribir, también lo es aprovechar la vida. Una de las muchas cosas que este tipo de experiencias, por desgracia, te enseñan, es a valorar y a vivir mejor.
Espero veros pronto a tu madre y a ti, mientras tanto, ya tienes otra seguidora más de tu Blog sin desperdicio y de tus emociones, que, al final, terminan siendo nuestra razón de ser.
Un fuerte abrazo a los dos
Muchas gracias Alicia, un honor tener a seguidoras como tú
Un fuerte abrazo de mi parte y de parte de mi madre (a la cual imprimo lo que voy publicando en el blog, incluidos los comentarios, porque le cuesta leerlo en el ordenador)
A estado muy bonito yo, soy sobrino que le quiero mucho ala abuela espero que lo has hecho muy bien el blog espero que llegues a ser famoso que tengas mucho dinero y hazme caso que vas a llegar a lo más arriba de todo con todo ese trabajo te lo mereces 😊😊😊😊😊😊😘
Me a encantado la verdad eres el primero que he visto que me has impresionado en todos lo que he visto por que te quiero mucho a ti y a la abuela
Bufff que bonito Álex!! Muchas gracias por tus deseos y por tener tanta fe en mí siendo tan peque. Te quiero muuuuucho renacuajo ❤️